miércoles, 10 de agosto de 2011

Señora de la Mesa

Uy, señora. Se le politizó partidariamente la Mesa, señora. ¿Se acuerda de aquellas épocas de mensaje apolitizado, sin banderías partidarias, como le gusta a usted? ¿Recuerda cuando usted se sumó por simplemente estar en contra de una cartera o el colágeno? Eso decía usted, señora. En verdad, usted y todos sabíamos que no era así. Que usted estaba allí por un odio visceral de clase, porque le incomodan los negritos que ascienden, que muchos otros reciban subsidios en vez de usted solita, con el gas a bajo precio, porque le parte el corazón ver a los patriotas del Proceso de Reorganización Nacional (dictadura, no, señora) tras las rejas, señora. ¡Qué bueno que sus referentes transparenten su posición y dejen de hablar del Campo como símil del País! Porque usted y todos ahora sabemos que Campo no es sinónimo de País. O en todo caso cada actividad económica es sinónimo de País. Que todos somos integrantes de este país y hacemos esfuerzos para que cada vez nos vaya mejor. Bueno, no. No todos desean eso. Hay muchos, señora, quizás amigos de usted u otros de sus referentes, que desean que la presente crisis en los países modelos golpee lo más fuerte posible para que derribe a esta Dictadura que la obligó, señora, a salir a cacerolear en el 2008 con la excusa del Campo (sin saber bien qué se dice cuando se dice Campo. O mejor dicho, sí, usted sabe muy bien qué se dice cuando se dice Campo). Usted, señora, no es como esos desprevenidos que estuvieron cerca suyo, tan cerca que los miraba por arriba del hombro mofándose de ellos ante tanta inocencia. "Pobrecitos, no saben qué hacen acá", pensaba usted, señora, que ahora ha quedado sola porque esos inocentes se dieron cuenta de las miles de falacias y mentiras que hoy vuelven a repetir esos patrones agropecuarios que desean con todas sus fuerzas que las urnas (no los tanques, como antes) saquen del poder al kirchnerismo, ese mal argentino que ha venido a igualar posiciones, borrar diferencias históricas, incluir a muchos de los excluidos. A este ritmo, piensa, usted, señora, en varios años más van a estar incluidos todos. Y seremos más iguales, cuando, usted, señora, ha estructurado toda su vida desde la distinción heredada, defendida con enojo cuando alguien la acusa de discriminadora cuando repite sin cesar "Negros de mierda, hay que matarlos a todos". No puede creer que la acusen de diferenciarse cuando todos los sábados junta zapatillas en desuso para el barrio pobre de la ciudad, o no levanta la voz cuando pide no hablar de política porque sino "vamos a terminar todos peleados", para evitar el debate de ideas, para no contribuir a la división del cual es única culpable "esa yegua que ya dentro de poco se va a ir". Usted considera, señora, que esas diferencias son el motor de la sociedad, que "pobres siempre va a haber", que no quieren trabajar, que prefieren los Planes Descansar, que viven del clientilismo político, que si no están mejor es por que eligen ser comprados con el chori y la coca, como todos esos blogueros que escriben cosas en contra de usted y de sus amigas, señora. Gente de bien que jamás elegirá a un gobierno de estas características, que aunque le muestren cifras y hechos que no le muestran o tergiversan TN y Clarín, usted tomará el atajo clásico del "Bueno, esa es tu opinión. Yo tengo la mía. ¿O no puedo pensar algo diferente?", y entonces se victimizará de que no haya libertad de expresión, cuando en verdad vive diciendo las peores cosas, siempre entre sus amigas, señora, que ahora ven ilusionadas que la Mesa saque a estos montoneros que vienen a robarse todo con esos ñoquis de La Cámpora y Menem, todo junto. Porque usted está muy informada de todo lo que pasa, al extremo de haber participado de la marcha (apolítica, obvio) del otro día en Ayacucho en defensa de esa beba asesinada por esos delincuentes macabros que deben pudrirse en la cárcel, señora. "Que no me vengan ahora que la pobre pequeña murió de bronquitis", sentencia, porque la realidad siempre estuvo a sus pies, señora. Más si hay un cura, que como usted, piensa que hay que perdonar a los genocidas, a los cuales quizás se les fue un poco la mano, pero aún así usted sigue considerando que lo que está saltando estos años es por no haber completado bien la tarea. "Si lo hubieran hecho bien, no andarían por ahí esas viejas chorras robándonos la plata del ANSES", analiza, lúcida, mientras extraña las AFJPs. Al mismo tiempo, recuerda a esos desprevenidos que estuvieron rozándole su añejo mejor vestido en el monumento a los gallegos y que por alguna razón monetaria han dejado de acompañarla en sus diatribas en contra de los KK, que no han ido a potenciar las manifestaciones de Cynthia, pero que gracias a Dios votaron a Mauricio, el único que puede en 2015 (usted, señora, le creyó que iba a ser este año) volver las cosas a su lugar natural y volver a hacernos apolíticos, es decir, aceptar el orden de siempre, con Orden y Autoridad, para concluir con esta etapa nefasta del país de vagancia e inseguridad ilimitadas. Al no estar Mauricio, votará a cualquiera que pueda evitar la perpetuación en el poder, incluido Duhalde, que le robó sus ahorros, total ya los recuperó. Usted le perdona cualquier cosa a aquel que le endulza los oídos con términos como Orden y Autoridad, ¿no? "Como hay en Chile y Europa", proyecta, como Ricardito, que le parece simpático, no tanto como su amada Lilita, con la cual el otro día compartió unos ricos brownies en medio de sonrisas amplias con Patricia y Fernando. "De lo que más nos reímos es que ahora los kirchneristas están quietitos, domesticamos las bestias", le comentaba al verdulero, con una satisfacción ante el triunfo mayor que pueda experimentar usted, señora: que el resto crea que está mal hablar de y meterse en política. Es doble, cuando los que vinieron a subvertir su orden establecido se compungen ante derrotas coyunturales y quieren comprarle sus globos de colores. "A los zurdos siempre los corrés por ese lado y arrugan. Ahora, les decís que son soberbios y casi lloran", explica, con una mueca de sabiduría, mientras aguarda impaciente el domingo, cuando la Sociedad le diga otra vez a la yegua: "Acá, no".

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