sábado, 6 de agosto de 2011

A Claudio Díaz

Claudio fue una de esas voces que se levantó contra el monopolio desde adentro, como lo hizo hace mucho Pablo Llonto. Gente anónima que ha entregado mucho. Pablo, a su esposa, que se fue de tanta tristeza e impotencia ante la persecución sindical de la cual fue víctima mortal. Ahora, a Claudio se lo llevó esa enfermada injustamente implacable.
Claudio fue una de esas personas que prefirió la honestidad intelectual y renunció a Clarín durante el conflicto con las patronales agrarias por la Resolución 125, harto de ver desde las entrañas tanta manipulación y tergiversación en favor de los intereses económicos y políticos de las empresas de Ernestina.
"Hace más de 20 años que ejerzo el oficio de periodista; conozco perfectamente los condicionamientos que nos ponen para atenuar o directamente diluir nuestra vocación de contar y decir las cosas como uno cree que son, aun a riesgo de equivocarse.
En fin, en casi todos lados he comprobado (eso tan viejo pero siempre vigente) que una cosa es la libertad de prensa y otra la libertad de empresa.
Pero lo que viví en Clarín en los últimos tiempos superó todo… Gracias a Dios, ¡todavía tengo vergüenza!
Pero lo que ya no tengo es estómago para tragarme las cosas que hace este diario en nombre del periodismo.
A esta altura ya no puedo soportar tanto cinismo.
Como cuando desde un título o una nota se insiste en que no decrece el nivel del trabajo en negro y las condiciones laborales son cada vez más precarias, siendo que en todas las redacciones del Grupo se emplea a pasantes a los que se los explota de manera desvergonzada, obligándolos a hacer tareas de redactor por la misma paga que recibe un cadete, sin obra social ni vacaciones.
Es el mismo cinismo de despotricar contra la desocupación al tiempo que se lanzan a la calle nuevos productos sin contratar a trabajadores, duplicando y hasta triplicando el horario de los que ya están dentro de la maquinaria.
Es el mismo cinismo de presionar a redactores para que se conviertan en editores, bajo la promesa (falsa) de que “algún día” se les reconocerá la diferencia salarial.
Si, como se sostiene el martes 15 en la cotidiana carta del editor al lector, “son los medios y los periodistas los que deben regularse y actuar con responsabilidad democrática”, pues bien Sr. Kirschbaum, yo empiezo por esa tarea. Porque si Clarín tanto se rasga las vestiduras asegurando que respeta la libertad de expresión, ¿por qué sanciona a un periodista que vierte, ejercitando esa libertad de pensamiento, una opinión?", escribía en su último día de trabajo, allá por abril de 2008, en pleno incendio de cortes de rutas por parte de los empresarios rurales.

Días en los cuales encontrar otro tipo de información, otras voces, otras miradas sobre el conflicto era casi imposible, excepto en eso que en esos días nació fuerte para siempre: la blogósfera nac&pop. Días en los que decir "Me parece que---" ya era beneficiario de miradas desconfiadas y bocas a punto de explotar el insulto fatal: "¡Oficialista!".
Esos mismos que recién años después cayeron en la cuenta de qué estaban apoyando, sólo mucho tiempo después visualizaron que en verdad no apoyaban al campo como extensión terrenal libre sino que habían estado al lado de los que nunca estuvieron con ellos en protestas sociales de verdad y que nunca lo estarían.
Por si fuera poco, tiempo después, Clarín censuró el blog de Claudio por el sólo hecho de hablar, analizar, interpelar ese discurso, ese doble y cínico relato que se defiende en la libertad de expresión para extorsionar no sólo a gobiernos sino a bastos sectores sociales como han acostumbrado hacerlo durante casi un siglo.
Eran los tiempos del triunfo del Grupo A(hhh), que se venía a apoderar de los destinos del país y liberarlo del yugo kirchnerista, que venía a brindarle a la sociedad centenares de leyes ejemplares, entre ellas la de eliminación de las retenciones, para satisfacer a la corporación agroexportadora que tanto caudal político les había regalado en esos meses de desabastecimiento y clima destituyente (ooops, qué feo decir eso de los libertarios de la Patria).
Eran tiempos en que hablábamos del Instrumento de Viento, porque Clarín no quería que se lo llamara por su nombre, quizás avergonzado de tanto descaro a la hora de presentar y construir una realidad que tiempo después se comprobó falaz y manipulada.
Claudio es uno de esos héroes anónimos de una época que deberá ser recordada como el comienzo del rompimiento de las cadenas informativas sin respuesta, en medio de esa soledad que creíamos que nos rodeaba. Claudio es una de esas almas generosas que sin cobrar ni indemnización prefirió la libertad de espíritu en vez de terminar con asistencia psicológica por escribir cosas en favor del Patrón. Claudio es el ejemplo que debe perdurar a pesar del desánimo y las dudas, a pesar de dificultades coyunturales y las desavenencias propias, a pesar de lo no realizado todavía y las promesas que nos hemos hecho.
Promesas que Claudio recogerá por donde ande, con el reposo del que entrega el cuerpo ante el poderoso, la esperanza de que ese Instrumento no podrá con su memoria.

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